Muchas veces nos vemos metidos en situaciones en las que vemos que necesitamos ayuda, pero… ¿entonces porque no la pedimos? Cuando somos más pequeños no nos cuesta tanto decir que necesitamos ayuda, pero cuando vamos creciendo sí. Parece que algo nos frenara cuando intentamos pronunciar: “necesito tu ayuda” o “por favor me podrías ayudar en…”.
Algo hace que nuestro comportamiento cambie con el tiempo, pero… ¿qué es? Existen muchas razones por las cuales nos acostumbramos a no pedir ayuda. La primera y principal es que cuando crecemos «debemos ser más independientes», siendo esto un mandato social muy fuerte y que se mezcla con el no pedir ayuda si la necesitamos porque “debemos ser” autosuficientes (al menos lo pensamos). Cuando somos mas independientes es cuando debemos hacer las cosas por nosotros mismos, solucionar todo lo que se nos venga sin ayuda de nadie. El pedir ayuda resulta a veces una situación algo embarazosa porque ante los demás significaría que no podemos valernos por nosotros mismos.
Existe un error muy grande en esta forma de pensar que tenemos y es que: crecer no es sinónimo de no necesitar o de tener que hacer todo por nosotros mismos sino no somos grandes o fuertes. El problema es que esta es una creencia que tiene mucho peso a nivel social, y que muchas veces siquiera cuestionamos.
Es claro que cuando crecemos no necesitamos que nuestros padres nos lleven en la bicicleta al lado para evitar caídas usando las famosas rueditas al costado, o nos enseñen a leer, escribir, o a usar una pelela en vez de los pañales, pero si necesitamos que nuestro entorno nos brinde contención, cariño, el llamado apoyo emocional, y en algunos casos incluso nos guíen en el camino para poder tomar una decisión correcta (o lo más correcta posible). En conjunto es que aprendemos mas, tanto nosotros como la persona a la que le pedimos ayuda.
No solo por esta razón es que nos acostumbramos a no pedir ayuda, también existe cierto rechazo a que el otro sepa que tenemos un problema y cual es este problema. A veces sentimos vergüenza y no queremos exponernos ante el otro, esto puede ser por miedo a ser juzgados, ya sea porque alguna vez nos sucedió o porque tenemos la creencia de que la otra/as persona nos va a querer menos si nota que fracasamos en un área especifica.
En este caso lo cierto es que si una persona tiene amor por la otra no le va a importar mas nada que no sea brindarle ayuda, y no va a tener menos cariño por un problema que esta pueda tener, sino al contrario. Claro está que siempre hay que tratar de ver con quienes nos abrimos a hablar de determinados temas o con quienes tenemos la suficiente confianza, esto no va de la mano con desconfiar sino con cuidarnos a nosotros mismos y evitar sentirnos mal. Si sucede que confiamos en la persona equivocada tampoco debemos sentirnos mal, porque de todo se aprende y lo que vale es que tuvimos el valor de pedir ayuda.
Otro aspecto complicado a la hora de pedir ayuda es el conocido orgullo, que nos hace pensar que si mostramos que necesitamos ayuda esto es sinónimo de que nos equivocamos. En este caso también debemos erradicar esa creencia, esto no significa que estamos derrotados, porque en realidad es al revés: si pedimos ayuda estamos demostrando ser valientes, porque podemos reconocer que solos no podemos y que tenemos limitaciones (todos las tenemos, estemos en la edad que estemos)
Cuando necesites ayuda y no sepas que hacer, lo mejor que puedes regalarte es pedirla. No hay mejor oportunidad para afianzar un lazo que el pedir ayuda y aprender junto a las personas que queremos y nos quieren.
Susana L. Ruiz
Enfrentarse a uno mismo, a nuestros conflictos interiors suele ser doloroso y tendemos a resistirnos. Así nada resolvemos, muy al contrario, las dificultades suelen ir enquistándose.